Las alfombras son tejidos delicados. Y, como tal, no se pueden guardar de cualquier modo durante un tiempo indefinido. Algunos factores como la temperatura, la humedad, la limpieza o el modo de plegado influyen a la hora de conservar las fibras.
De hecho, guardar incorrectamente una alfombra puede incluso influir en la aparición de hongos que deterioran los tejidos. Por ejemplo, en los armarios con poca ventilación o luz y mucha humedad son frecuentes los malos olores e incluso animales como las polillas. Te explicamos cómo se debe guardar una alfombra.
¿Cuándo guardar una alfombra?
Lo primero que debemos preguntarnos es si queremos o no guardar la alfombra, y cuándo hacerlo. En España el clima es lo suficientemente variable a lo largo del año como para haber definido periodos en los que la alfombra se guarda casi seguro. Como en verano.
Sin embargo, no todas las viviendas tienen que optar por dejar su alfombra encerrada durante meses, ya que no es un complemento de temporada. Sus fibras, incluso en verano, pueden ayudar a regular la temperatura del suelo.
Por ejemplo, una alfombra situada bajo un ventanal orientado al sur recibirá buena parte de los rayos del sol, pero almacenará menos de ese calor que si el sol diese sobre madera u hormigón pulido. A veces conservar la alfombra en verano ayuda a refrescar la vivienda.
No obstante suele ser frecuente aprovechar el buen tiempo para limpiar nuestra alfombra y almacenarla hasta que vuelva el frío.
Ni demasiado frío, ni demasiado calor
A nuestra alfombra no le convienen temperaturas extremas. A nadie se le ocurre guardar la alfombra a la intemperie, pero sí puede ser frecuente almacenarla en trasteros muy fríos o áticos que acaban teniendo temperaturas muy elevadas en los meses de julio y agosto. Lo mismo se aplica a armarios empotrados con paredes que den al norte o al sur.
Lo ideal es almacenar una alfombra en un lugar fresco (pero no frío) donde la temperatura no ascienda demasiado. Para saber cuánto es demasiado, pensemos en si en verano hay una temperatura cómoda para estar allí donde dejemos la alfombra. Como la que tenemos en el interior de nuestra vivienda. Si nosotros estamos cómodos, la alfombra también.
Ocurre lo mismo con otros tejidos que se guardan, como las sábanas en invierno o los peluches cuando los pequeños crecen.
De lo contrario estaremos fomentando no solo que se deterioren las fibras por calor o congelamiento. También contribuimos a favorecer el crecimiento de hongos que se coman poco a poco los tejidos. Encontrarnos después de meses con la sorpresa de que nuestra alfombra huele mal o tiene manchas no será agradable.
Una lucha contra la humedad
Algo similar ocurre con la humedad, o con la concentración salina en el aire. Los hongos, así como algunos insectos, aprovechan la humedad y la falta de luz para reproducirse. Como en los armarios suele haber poca luz, lo suyo es elegir uno con poca o nula humedad y con ventilación ocasional.
Por ejemplo, en algunas zonas del norte de España son comunes armarios que pasan de una habitación a otra para evitar que la alta humedad destroce aquello que se almacene en ellos. Esta medida no suele ser necesaria en zonas de levante, ya que un pequeño grado de salinidad en el ambiente ayuda a desinfectar de hongos y bacterias el aire.
Si somos conscientes de aquellas zonas de la casa más húmedas (que incluso tengan goteras y humedades) deberíamos evitarlas.
Aspirar, sacudir, limpiar y secar antes de guardar
Si ya tenemos pensado el lugar, antes de guardar una alfombra deberíamos realizar una desinfección completa. Es decir, reducir el número de microorganismos y suciedad en la medida de lo posible.
En caso de no pasar por el tinte, el orden a seguir por nosotros es el que sigue:
- Aspirar, para eliminar la suciedad que se ha posado sobre la alfombra, como el polvo;
- Sacudir, para retirar toda aquella suciedad que ya se había calado al interior;
- Lavar (mejor a mano que a máquina), para eliminar la que se había incrustado en los tejidos;
- Secar, eliminando la humedad de la alfombra.
Aspirar y sacudir puede cambiarse de orden en función de cómo de limpia se encuentre, pero es evidente que el secado será lo último.
Plegar bien la alfombra
La alfombra debería almacenarse (al menos en doméstico) enrollada en horizontal para evitar que los tejidos sufran. Pero incluso podemos ir más allá y colocar, además, un tejido que cubra la alfombra. Podemos usar también pequeños paquetes de bicarbonatos y sales que absorban la humedad. Estos sirven como desinfectante de mantenimiento, como vemos en este vídeo:
Lo ideal es hacer un paquete donde a su vez guardemos la alfombra, como una bolsa, para que no entre humedad ni gérmenes externos. Pero solo si la hemos limpiado bien y quitado la humedad, porque de lo contrario tendremos un pequeño invernadero de bacterias.
Al enrollar la alfombra no debemos forzar ni siquiera el primer segmento que doblamos sobre sí mismo. No pasa nada porque quede un poco de aire dentro de la alfombra, y así los tejidos no se encontrarán presionados.
Guardar una alfombra no es un proceso complejo, pero conviene seguir estos pasos si queremos conservarla en el tiempo y no encontrarnos sorpresas al desenrollarla para el siguiente invierno.
Nota: Alfombras Hamid no se responsabiliza de los defectos que puedan causar la aplicación de estos consejos de limpieza y cuidados, ya que los productos y herramientas nombradas son aconsejables, pero dependiendo del modo en el que se apliquen podrían deteriorar las alfombras. Esto es porque los materiales de cada alfombra son únicos y sus tintes y composición reaccionarán de distintas maneras. Siempre recomendamos la restauración y limpieza de alfombras hechas por profesionales.
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